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El día que nos perdimos

Y tú ¿sabes cuándo fue que nos perdimos?
Yo no lo tengo claro, recuerdo el sonido del mar.

Recuerdo las olas que podíamos ver desde la terraza,
recuerdo el olor a parrilla, el sabor de la carne fría.
Te recuerdo a ti,
a las canciones que cantamos, las muchas canciones.

Recuerdo el pisco, el ron y el vodka
(lo que vino después de eso ya no lo recuerdo bien).
Recuerdo la locura, tus ojos, mi sonrisa.
Los abrazos y los besos intensos, interminables.

Recuerdo tus palabras, tu mirada decaída, confundida.
Recuerdo mis lágrimas sigilosas, silenciosas.
Recuerdo el amanecer y la llegada de la gente.
Recuerdo que poco o nada nos importó.

Recuerdo el amor adolescente,
que hasta ahora adolece algo, aunque felizmente ya muy poco.
Recuerdo el regreso a casa, las caricias de cabello,
las conversaciones intensas, las canciones.

Recuerdo el último beso y la última mirada añorante.
Recuerdo la promesa incumplida.
Y sí, si lo pienso, creo que fue exactamente ahí cuando nos perdimos.

Y todos esos recuerdos me sirven hoy de inspiración.

Vino en el avión

Escrito el 25.09.15, de camino a Buenos Aires.

Vas de camino a una aventura más, de esas que te gustan tanto. De esas que no sabes qué esperar, de las que planeaste hace una semana porque YOLO y ahora te encaminas. El avión es tormentoso, ni bien subes tratas de dejar atrás todo el equipaje pesado y viejo que cargas día a día a tus espaldas, perenne. No puedes, de verdad que es difícil. Las penas, las risas, los amores, desamores, cóleras y miedos, todos ellos forman parte de tu equipaje permanente, que tanto te pesa. Cada vez que subes a un avión intentas dejarlos atrás, porque deep down sabes que para eso te estás yendo, para olvidar. «Me voy de vacaciones», » viaje de negocios», «aprovechar mi última semana libre». Bullshit. Te vas en un intento desesperado, una vez más, de olvidar. En manotazos de ahogado para ver si ahora por fin logras bajarle un poco al peso de tu equipaje.

Como decía, el avión es tormentoso. Los asientos demasiado angostos para tus largas piernas, ¿qué te habrán dado de chica para que crezcas tanto? La gente demasiado ajena a las vidas de las personas que están a su alrededor, tan cerca. Los aeropuertos no son lugares tan amigables. Cada quien con un destino diferente, con un propósito diferente. Por ahí uno que otro te sonríe en un intento vano de acercamiento, pero no tienen tatuajes, ni barba, así que alegas miopía eterna y sigues mirando al vacío.

La película del avión demasiado mala para tu gusto, el viaje hacia la primera escala demasiado corto para tu gusto, ¿en tres horas qué vas a poder dormir? Eso te pasa por comprar los pasajes tan tarde, ¿ves? Tú y tus aventuras. Spotify demasiado inoportuno con las canciones que te pone, las canciones demasiado pesadas, con demasiada historia, canciones que cargas todos los días en tu equipaje. Tú te molestas cuando las lágrimas comienzan a caer incontrolables por tus mejillas. Te molestas mucho contigo misma. «Ya ha pasado tanto tiempo que ya ni sé porqué sigo llorando». Pero así son los sentimientos, qué vas a hacer. Las canciones pasan y tus lágrimas también (seguro más tarde volverán, ya te acostumbraste a esos arranques de sentimentalismo y de llorar por el costo hundido).

Te sientes abrumada, abrumada por todo; tu equipaje, la gente, el ambiente de la cabina, tus piernas apretadas, la altura, tus lágrimas y esa canción. Necesitas distraerte, definitivamente no con esta música.
Pasa la azafata ofreciendo los snacks y como enviado del cielo, lo ves. La chica pregunta «¿y para beber, señora?» (¿será que tengo cara de vieja?), y tú sólo atinas a responder, como si lo hubieses sabido desde siempre: «Vino, por favor».

¿Cómo se combaten los recuerdos?

¿Cómo se combaten los recuerdos?

Ese, ese es el negocio del millón.

Ha pasado ya buen tiempo y la vida pasaba tranquila,

y el día era día (aunque la noche no era serena,

ni mucho menos)

Pero a fin de cuentas era mi vida,

la que yo elegí vivir a mi manera.

Era el costo de oportunidad.

Pero a los trucos de la mente no se puede engañar, no.

Recuerdos cargados de sentimientos encontrados

añorados, nunca olvidados.

Personalmente, creo que el olvido no es la manera.

Uno no olvida lo que lo hizo sonreír y no debe hacerlo,

Claro que no.

Pero sí, uno supera.

Uno decide cerrar la puerta con seguro y tragarse la llave

¿Pero cómo te tragas tantos años de un mordisco y sin una indigestión?

Amor adolescente

Escrito algún día (probablemente noche) de verano (algún verano)

La calle y sus miles de historias inéditas, historias que se esconden en cada uno de los rostros que ves pasar y que, por supuesto, no notas, no miras. Rodeada de personas inexistentes para ti. Tú caminas, tarareando alguna canción que se te pegó no sabes cuándo y mucho menos de dónde; canción que muy probablemente escuchaste en tu juerga del sábado, la cual, por supuesto, no recuerdas bien. Pero fijo la pasaste bacán porque estás con un dolor de cabeza que ya mejor ni pensarlo, porque de pensarlo te duele más.

Conmigo es un poco diferente, recuerdo todo, para mi mala suerte. Recuerdo tanto que casi no pude prestar atención a mis clases de alemán, y con lo mucho que me gusta ese profesor, imagínate. Esto del cambio me está pasando de vueltas, la verdad, era más fácil vivir feliz en mi ignorancia. Pero como dice el sabio dicho, tan cliché, que todos repiten: lo correcto nunca es lo más fácil ¿O así dicen, no? Bueno en verdad no me importa, la cosa es que así es la cuestión.

Me acuerdo de todo y “¿por qué Señor?” Por qué. Tú puedes caminar tranquila tarareando ese latin, pero yo no.

Yo, mientras tanto, no la estoy pasando tan bien, tengo un nudo en la garganta. Verás, Francisco apareció después de muchas lunas, ya casi no puedo ni contarlas. Él, él, maldita sea él. Y yo que me creo tan feminista y autosuficiente, tan elocuente y extrovertida. Porlas. Regresó y yo más muda que treinta mudas. Una fierita domada. Un gatito de chifa. Sonrío. Cada quién tiene su karma y yo ya me di cuenta de que él es el mío. Y quién sabe el de cuántas más, pura incauta de la que yo rajaba, ahora pues.

Es que eso es lo que no me gusta del amor adolescente, que debí haberlo pensado antes: adolece demasiado porque acaba. Adolece porque no estamos preparados para algo que te pega tan fuerte. Y yo, piña pues, me enamoré. O al menos eso creo, ¿porque es amor cuando no tienes ojos para nadie más, verdad? Por lo menos eso me han dicho mis amigas cuando les he preguntado. Cosa que nunca me había pasado en mi vida, en mi vida pues. Pero pasó y no sé bien en qué momento entre ese pub en Barranco y el hotel de la esquina fue que me flechó. No sé bien si fue su voz grave o su 1.87cm, o su forma de bailar, pero me tinca que fue su sonrisa. O fácil ninguno, sino esos venenos malditos de 3 x 10 soles en el Tizón. Todo mal. Y así con todo.

Pero bueno, ya basta, ya pasó ¿Qué me decías de la fiesta de mañana?

Autosuficiencia

Autosuficiencia se marchó,
un día como hoy,
en una noche de noviembre.

Aquella noche nada fue bueno ni bonito,
aquella noche belleza alguna era irreconocible a mis ojos.
Fue una noche
para recordar que hay cosas que hieren.

Autosuficiencia me dejó en una desesperación alarmante,
en esa confusión constante en la que se había convertido mi alma.

Es ahora que ya me encuentro más sana
cuando recién me atrevo a escribir sobre ello,
dolorosos tiempos aquellos que hoy me atrevo a recordar.

Autosuficiencia se marchó llevándose consigo a Orgullo
y al manto protector que él siempre me brindaba,
se marcharon de la mano,
hacia atrás, ni una mirada.

Desnuda quedé yo,
tan repentinamente como lluvia de noviembre.
Fría e insignificante,
como lluvia de noviembre.

La ausencia de Autosuficiencia me presentó a Necesidad,
aquella insegura chica nueva que yo antes desdeñaba,
con la cual ahora congeniaba
con preocupante facilidad.

Hasta ahora me pregunto
¿por qué me dejó Autosuficiencia?
si la vida la puso conmigo apenas hube nacido
y yo la creía mía a cada momento en que vivía.

Quizás me dejó para bien,
como tú en su momento…

Mi vida no había sufrido tanto un tormento
hasta que Autosuficiencia decidió irse,
a paso lento.

La Crisis de los 20 y tantos: Cuando Salvaje es Buenísimo, pero Buenísimo es Mejor

Antes de comenzar a escribir cualquier cosa, debo pedirles disculpas a todos los amigos a los que he tenido con la misma cantaleta durante estas últimas semanas.

¡NO SABEN CÓMO LOS QUIERO!

Perdón y sobre todo GRACIAS. Gracias por soportar mis arranques de… ¿cómo decirlo de forma bonita? LOCA ENFERMA MENTAL OBSESIVA. Sí, por decirlo poco. Perdón, no es usual que me ocurra pero cuando me da, me da jodido. De hecho hasta ahorita algunos de ustedes se siguen sorprendiendo porque creo que nunca me habían visto así jeje, pero bueno sí, SOY HUMANA, surprise!!

Ahora sí. Comenzamos…


Últimamente he estado escribiendo mucho sobre temas académicos y serios, dignos de una estudiante que se encuentra cursando su último año de universidad, metas claras en la vida, segura, confiada, con harta cancha y concha, ganas de comerse el mundo y expectativas altísimas respecto al futuro.

Bueno, déjenme decirles que todo eso hoy día se va al tacho.

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Hoy y sólo por hoy, porque no voy a permitirlo más -o por menos eso intentaré-, soy solamente una chica de 21, casi 22 años como cualquiera y, de hecho, como muchas que conozco y se encuentran en la misma situación. Hoy soy solamente una chica de 21 años confundida y un poco asustada por la incertidumbre y la ansiedad que traen ciertas cosas que nos tocan vivir en esta etapa de nuestras vidas. Hoy soy una chica que está pasando la difícil y «creo-que-necesito-ir-al-psicólogo» etapa de la crisis de los 20 y tantos, en la que te despiertas un día con la certeza de que has tomado la decisión correcta, luego te duermes de nuevo para volverte a despertar desesperada por miedo a haberte equivocado en la certeza de tu correcta decisión, PERO ya la cagaste, entonces, ahora ¿qué haces? y divagas, y divagas, y colapsas, y te preguntas «¿Diomeo, qué va a ser de mí?» y así hasta que te quedas dormida y luego VUEEELVE la certeza, para luego volverte a desesperar… y BIS BIS BIS. Así, bien ameno.

O sea, en otras palabras, hoy estoy bien maricona. Y de hecho arrepentida de no haberme decidido al fin por estudiar Psicología, porque siendo una loca que está rodeada de pura loca más loca que yo, ya tendría HARTO MATERIAL PARA MI TEMA DE TESIS.

Conversando con varias amigas me he dado cuenta de que somos muchas pasando por la misma situación. Hemos llegado a un punto en nuestras vidas en el que sí, bueno, buscamos lo divertido y las experiencias WILD ON y que vas a recordar para contarlas luego en los tés de tías que se vendrán cuando ya tengas unas cuantas arrugas y canas encima (rogando a Dios que por lo menos sigamos flacas para ese entonces, o ya, bueno, que por lo menos no nos rebalsemos de nuestros jeans), pero ese ya no es el foco.

Extrapolando lo que me pasa a mí: por más locas, tercas y I love Rock N Roll que seamos, por más que vivamos diciendo que el sueño es encontrar al músico rockero bailarín de 1.90cm, musculoso, MALO, MALO, pero RE BUENO (más bien y aprovechando la situación, si alguien conoce uno ME DEJA UN INBOX, con confianza), un pata que luzca más o menos así (fácil un poco más de papa al caldo pero la esencia es esta):

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Diomeo señor, agárrame confesada.

Por más que todo eso pase, lo que he caído en la cuenta acerca de lo que realmente necesitamos en este momento de nuestras vidas es una sola cosa: ESTABILIDAD.

Como bien dijo una amiga (y por más cursi que suene):

«No es quien te mueve el piso, sino quien te centra; no es quien te roba el corazón, sino quien te lo trae de vuelta».

Es tan sencillo como eso, el #AmorDeTuVida dejó de ser aquel churro bienmalo que trae locas a todas las chicas, el cool, el bohemio eterno barranquero. Puede serlo, sí, y estaría buenísimo que lo fuese (es más, POR FAVOR QUE ME TOQUE UNO ASÍ Y QUE SEA A LA VEZ BIENBUENO, ¡¡POFAVÓ!!), pero lo que en realidad te importa es que te dé la estabilidad que necesitas en estas épocas de tempestad mental. Aquel que te brinde tranquilidad, seguridad y un piso al cual aferrarte, el que te abra la puerta y te escuche, pero te escuche de verdad. Tu lugar seguro entre toda la incertidumbre en la que estás envuelta right now. El que cuando conversen, te cuente acerca de su proyecto de vida, de lo que quiere hacer con su trabajo, el que te dice a dónde quiere llegar, aquel a quien ADMIRES, aquel de quien APRENDAS, el que te impulsa a querer superarte más cada día. OJO, el que te IMPULSA y no te FRENA. Porque recuerda que ahora estamos en una etapa crucial profesionalmente hablando, terminando nuestras carreras, planeando nuestro futuro y lo que necesitamos son lineamientos, modelos. No un niño a quien cuidar y de quien preocuparnos. Somos jóvenes profesionales, no madres aún.

Este en realidad un llamado a dejar de friendzonear a los chicos buenos, parfavar. Las aventuras salvajes están bien, son divertidas y han sido necesarias, sí, claro que sí. Pero de eso no vives, eso no es lo que se queda contigo. Tus aventuras no van a recogerte a las 5am del lugar en el que estés con una sola llamada, tus aventuras no van a resondrarte y mandarte a la mi*rda cuando ven que haces las cosas mal. Por más divertidas que sean, tus aventuras salvajes no serán aquellas que te abracen cuando te sientas sola y necesites hablar con alguien, solo hablar. Es más, las aventuras casi no hablan, para eso no las quieres, para eso no las tienes; ES MÁS, muchas veces por payasa y por creer que tienes el superpoder de cambiar la mentalidad del bienmalo, te enamoras y obviamente sufres, y esto se convierte en un peso ADICIONAL a todo el peso que de por sí ya tienes con la universidad y la chamba, ese peso que te angustia y puede hacer que dejes de preocuparte por aquello que de verdad importa y aquello único sobre lo que realmente tienes control: POR TI MISMA. Por el contrario, el bueno sí, escucha, comprende, está ahí, se preocupa, te quiere no para él, sino para ti, para que seas mejor, de nuevo, no para él, sino para ti. Por eso el bueno es mejor, siempre va a ser mejor.

Claro que lo óptimo sería que el bueno fuese un aventurero de esos que te gustan tanto, ¿verdad? Pero vale, hay cosas que llegan con el tiempo y cambian con el tiempo, como la gente, por ejemplo.  Así que please, dejémonos de  huevadas y de superficialidad e hipocresía con uno mismo, ya basta con permitirle a nuestro ego y a nuestra vanidad decidir por nosotras, comencemos a crecer y a pensar, y más importante aún, a actuar como si realmente lo estuviésemos haciendo. Tranquilas. Comencemos a tomar buenas decisiones, el mundo no se acaba con el último broder que te decepcionó o al que tú decepcionaste.

Al final el bueno que es MEJOR para ti a la larga va a ser como tiene que ser, sin forzarlo, sólo fluyendo, sólo viviendo.