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Besar

Besar, más que un arte, es casi una ciencia.

Fuerte, apasionado, tierno, sereno, precavido, tímido, desaforado, frío, muy caliente. Hay besos para cada ocasión. Yo ya hace un par de años perdí la cuenta de cuántos labios he besado en mi vida, la otra vez intenté recordarlo con un par de amigas, pero sin éxito, claro.

Pero besar es un fenómeno que me fascina estudiar, es increíble cómo cada persona es diferente, cómo la química hace su trabajo y te dicta desde el primer contacto si ese beso es o no es. Si es un beso por deporte o si es un beso de corazón. Corazón, qué curioso concepto. Siempre le he tenido cierta reticencia pero últimamente cedo ante él.

Regresar a casa

Ahora para regresar a casa hay que cruzar mares,
Viajar hasta el otro lado del mundo,
Dormir en aeropuertos,
Tener que soportar alergias de avión,
Correr para no perder vuelos,
Cargar pesadas maletas
Que mis brazos siempre enclenques pueden a las justas levantar.

Ahora para regresar a casa hay que controlar la ansiedad
Y los pensamientos intrusivos que el peligro de volar causa
Los futuros improbables y trágicos que la mente presenta
Y el riesgo de contraer alguna nueva pandemia que esté volando por ahí en el aire.

Pero siempre es y será bueno regresar a casa,
Para recordar de dónde uno viene,
Para agradecer por la suerte que uno tiene,
Para reafirmar que hay mucho trabajo por hacer en casa.
Por cambiar,
Por transformar.

Ahora regresar a casa duele un poco,
Aunque también causa una alegría tremenda.
Pero mezclada con dolor, sí.

Ahora al regresar a casa es inevitable que caigan algunas lágrimas
Por las cosas que sabes que dejaste para bien
Pero que son parte de quién eres
Y que de alguna forma te hacen falta.
Que dejaron agujeros en tu alma
Imposibles de rellenar en tierras foráneas.

Ahora regresar a casa es duro,
Pero regresar a casa siempre está bien.

Fantasmas

Apareció de la nada,
inesperado,
casi olvidado.
La sombra de lo que un día fue importante,
la silueta del individuo añorado.

Pasó de la nada,
rápido y ligero, al ritmo del viento.
Pero devastador como huracán.
Devastador.

El fantasma que tanto miedo me daba encontrarme,
el fantasma más terrible de todos.
El fantasma del amor inconstante,
del amor rechazado.

Pasó en un segundo,
casi imperceptible a la vista de cualquiera,
pero no a la mía.
Yo lo sentí en el fondo de mi alma.
Y recordé la playa, las cervezas
y aquel verano en el que comenzó a penar.

Fantasma de música y mar
que todavía recuerdo con alguna canción.

Re-conocerse

Hay experiencias en la vida que te zamaquean tanto que realmente suponen un antes y un después en ti. Hace poco me tocó vivir una «mala». No tan terrible en términos de consecuencias objetivamente medibles, pero sí subjetivamente, para mí, dura. Lo pongo entre comillas porque no sé si fue mala en realidad, ya que una vez pasado el torbellino y después de haberlo analizado con cabeza fría, debo decir que el balance final es positivo. Pudo ser peor, pero supongo que es debatible.

Aprendizaje. Experiencia. Autoconocimiento.

Uno camina por la vida pensando que ya vivió muchas cosas. Conforme los años pasan se vuelven más engañosos, porque te dan una prosperidad experiencial falaz. Te olvidas de que hay experiencias que te faltan vivir y que te pueden impactar más de lo que a priori hubieses pensado. Y al olvidarte te vuelves vulnerable a cuánto te puedan afectar, porque te agarran desprevenido, con las defensas abajo y los brazos extendidos al abrazo.

De pronto ni te das cuenta y ya estás inmerso en un huracán tan devastador como Irma en Estados Unidos. De pronto ni te das cuenta y quien tú eras ya no eres, y no logras recordar realmente quién eras. Y no logras reconocer realmente quién es aquella persona que te está devolviendo una mirada confundida en el espejo. Te pierdes. Caes en un bosque oscuro de gritos silenciosos y pensamientos compulsivos, de incertidumbre, de inseguridad, de cuasi locura. Coqueta locura, que algo de adictiva tiene.

Te pierdes, no entiendes.

Vives en esa espiral errante hasta que, de a pocos, regresas. Después de haber buceado en las profundidades del caos. De a pocos regresas, de a pocos recuerdas. Y ya comienzas a reconocer, de a pocos, a aquella persona otrora extraña frente al espejo.

Cuando vuelves a la luz y recobras la lucidez ya no eres el mismo. Tu yo anterior se quedó en el pasado junto con tu feliz ignorancia. La experiencia te cambia. Ahora te conoces más porque además de conocerte a ti, conoces también a tu otro yo, al yo del caos, a tu yo del contexto desfavorable.

Te re-conoces. Y al re-conocerte ya puedes comenzar a construir y ajustar aquello que andaba un poco (o muy) suelto y que antes no habías notado o habías dejado de lado. Y al re-conocerte ganas más control sobre lo único que realmente puedes controlar: tú mismo y tus decisiones.

Decía líneas arriba que el balance es positivo, porque, a fin de cuentas, el conocimiento es poder.

¿Qué es lo que más deseas en la vida?

Todo el mundo quiere poder responder a la pregunta de qué es lo que más desea en la vida. La respuesta que muchos están buscando, la respuesta del camino, del plan de acción. Paradójicamente, casi nadie lo sabe. Tanto hablaba Sócrates de la importancia del autoconocimiento, no era por las puras, ¿ya ves?

Lo que más deseas. Tu fin último. Tu entelequia. Tu razón de ser. ¿Qué es?

Divagamos en un torbellino de tacos, corbatas, ascensores, rostros enmascarados y formalidades innecesarias. Nos hacen creer que este es el único camino, que así debe de ser, que es lo correcto, lo «nice», lo socialmente aceptado. Divagamos los soñadores, un poco confundidos. Comienzan los dolores de cuello y de espalda por el “no sé qué” que en realidad sí sabemos. Este no es nuestro lugar. No es el lugar correcto.

Confía en la vida sabia, que sabrá llevarte a los lugares indicados. Confía en la catarsis de palabras, confía en las lágrimas que ocasionalmente derramas que demuestran tanta emoción, tanta pasión. Confía en tu voz fuerte y en tu rostro sereno. Confía también en los momentos en los que pierdes los papeles porque te muestran en tu estado más puro, más tuyo, más humano.

Quiérete mucho y confía en la vida. Quiérete mucho y confía en que tus buenas acciones darán frutos. Pero principalmente, quiérete mucho. Total, ¿qué es lo peor que puede suceder?

Y ahora, una canción: https://www.youtube.com/watch?v=C_pfMoUVNPwmaitena

Mañana todo cambia

Cuanto más lo piensas,
menos sentido te hace,
así que decides dejarte llevar.

Confiar en el destino
que ha sido siempre tu amigo,
para bien o para mal.

Y es que el universo tiene para ti
tantas cosas preparadas,
algunas tan poco imaginadas
pero siempre acertadas
y encajadas en el momento correcto.

Por eso, siéntate a esperar.
Respira.
Sonríe, acepta.
Duerme tranquilo.

Disfruta de lo que tienes hoy
porque, como ya sabes:
mañana todo cambia.

The Fight Club: Una película que todo Millennial debe ver

«Quit your job. Start a fight. Prove you’re alive.»

«Las empresas, para que sobrevivan, van a tener que ayudar a que las personas encuentren su sentido, permitir que la gente haga lo que realmente le gusta hacer.»

Estoy segura de que muchos de nosotros hemos visto la película más de una vez. Sobre todo nosotros, los «locos», los apasionados, los que soñamos. Los que defendemos a capa y espada el ideal de que el trabajo al que te dediques debe de ser algo que realmente te apasione, que te haga querer saltar de la cama todos los días así haga frío o calor, que te ponga la piel de gallina y que haga que te dé lo mismo si es lunes o viernes, porque disfrutas ambos días de igual manera. Porque disfrutas lo que haces. Porque eres feliz haciendo el trabajo que haces y en el lugar que lo haces. Porque tu trabajo tiene un impacto positivo REAL en el mundo.

Yo tengo la suerte -y gracias a la vida por eso- de poder trabajar en algo que me hace sentir de esa forma y tuve la suerte de poder analizar esta película que representa el punto crítico de mi pensamiento. The Fight Club es una película que todo el mundo -y sobre todo, todo Millennial- debería de ver.

La analizamos en mi programa Cinespoiler, desde el punto de vista de la Psicología Organizacional y nos enfocamos en las siguientes preguntas:

¿Es The Fight Club una película sobre el equilibrio emocional?

¿The Fight Club tiene como enseñanza ser más auténtico?

¿The Fight Club habla sobre los Millennial?

Basta de mis palabras, les dejo el video para que juzguen ustedes mismos:

*Post original en mi blog de LinkedIn.

Música y Chelas

Dicen que la felicidad no es una condición, sino un estado. Sincrónico, no diacrónico. Que la felicidad de la vida está compuesta de momentos, no necesariamente sucesivos y sí, yo suscribo...

libre

A veces los mejores placeres de la vida yacen en las cosas más simples y cotidianas…

Era una noche de invierno limeño, llovía un poco — si es que se le puede llamar lluvia a ese capricho de las nubes, que a veces parece sólo estar hecho para empañarnos los lentes a los miopes como yo, sólo por joder yo salía de la universidad y decidí caminar a casa. Se me antojó. Caminar para mí es una fuente de placer.

Es un ritual casi religioso el que sigo cuando camino: saco mi celular — confiando siempre en que no me van a robar porque tengo la suerte del miope  desenredo mis audífonos con mucho cuidado, los conecto, me los pongo, abro Spotify y desaparezco. Me pierdo en la música. Me pierdo como cuando Frodo se pone el anillo del poder y todo se ve borroso a su alrededor, como si estuviese en otra dimensión. Canto — aunque cante mal, no me importa  mientras camino. Canto alto y a veces bailo un poco. Es hermoso, de verdad. La gente a veces me mira un poco raro, pero ya van 23 años que me han hecho acostumbrarme a eso y… para mí es hermoso.

Durante mi trance pasé por una bodega, casi inconscientemente me acerqué y como por instinto mi boca articuló el pedido mágico:

– Una chela por favor

– ¿Cuál de todas desea?

– Pilsen… Cuzqueña… bah, cualquiera menos Quara…

No hubo mayor razonamiento en esa acción, en mi pedido, en mi respuesta. Creo que fue instinto… y no se puede hacer nada contra el instinto. Sonaba la radio, alguna canción de cumbia de alguna emisora limeña… tan limeña. La voz de la chica decía que Lima estaba a 15° C en ese momento, frío eh — aunque yo no sentía nada porque llevaba puesta una chompa que parece el abrigo de Jon Snow en el Muro — pero no importaba, esa noche era una buena noche para caminar y yo estaba decidida a caminar. Recibí mi vuelto, me volví a poner los audífonos, cogí mi chela y comencé de nuevo.

Recuerdo la sensación del viento frío y las gotitas de lluvia golpeándome buena onda. Recuerdo que ya no me pareció tan buena onda cuando me comenzó a despeinar exageradamente, porque mi cabello es un tema difícil. Ondulado, largo, complicado, rebelde… Es mi cabello, a fin de cuentas. Tanto fue así que me vi obligada a parar un momento para aprisionarlo en un moño y poder seguir avanzando tranquila. La música era exquisita, y la música, más mi chela aún más; y la música, más mi chela, más el viento, más la lluvia… aún más. Había puesto la música de forma aleatoria, pero la mayoría de la música que yo escucho mientras camino tiene algo en común: voces gruesas, fuertes, que evocan cuero, tatuajes y sonrisas torcidas. En todo eso soy constante, en todo eso que me encanta. Hasta las canciones que me traían recuerdos tristes me encantaron esa noche. Respiraba hondo, caminaba dando sorbos a mi chela, y todo estaba bien. Sonreía.

40 minutos pasaron demasiado rápido para mi gusto. 40 minutos de la universidad a mi casa, a paso lento. De pronto salí del trance, «abrí» los ojos y me encontré en la puerta de mi casa. Mis manos habían puesto pausa a la música en mi celular, mi chela ya estaba vacía. Por inercia comencé a buscar mis llaves en algún rincón de mi cartera cada vez que me demoro en encontrar mis llaves recuerdo que odio usar cartera  cuando las encontré, abrí la puerta con una sonrisa. Estaba tranquila, estaba feliz. Entré a casa.

De la vida y los errores

De la vida y los errores he aprendido varias cosas.

He aprendido por ejemplo el valor de una sonrisa en el momento preciso,
la importancia de respirar profundo para calmarte antes de contestar.
He aprendido a ponerme en el lugar del otro antes de juzgar
y a reírme de mí misma antes que de los demás.

He aprendido a aceptar que hay cosas que no puedes arreglar por más que quieras,
que hay cosas que están fuera de tu rango de control.

Por la vida y los errores he sufrido.
He sufrido desilusiones y muchos nudos en la garganta.
Han caído lagrimas de frustración por mi rostro
y he coqueteado con la histeria como si fuese un chico más.

De la vida y los errores he sacado mis mejores ideas
y los temas de inspiración para cada una de las cosas que escribo.
Las imágenes ficticias de las historias que cuento,
y el material de la mayoría de mis sueños.

Por la vida y los errores he aceptado
que está bien sentirse mal un día
siempre y cuando al día siguiente despiertes con la frente en alto.
He aprendido que hay olvidos que está bien olvidar.

Pues la vida y los errores me han enseñado
a aceptarme y a quererme,
a ser esta mujer fuerte, valiente -aunque a veces incongruente-
Que tantos años me ha costado,
aquella que siempre mira de frente.

Historia del Mundo Moderno

01/09/09 - Creo que escribí esto durante una clase de mi segundo ciclo de universidad. Aparentemente ya no estaba deprimida.

En el clímax del pensamiento
vago yo entre incongruencias, totalizantes y totalizadoras.
Es la historia que los comunes no cuentan,
la historia que quisiera poder evadir.
Es raso el cielo y rojos tus labios hombres,
comida, miradas, juegos.
Palabras, vida.
Pretendo argumentar mi demente senil sentir
en bases falaces, no sé, no sé.
¿Sabrías tú mirarme correctamente?
¿Qué ves?. Superficialidad intrascendente.
Me siento ajena a tanta locura,
pero a la vez no soporto, no toleraría un vestigio de cordura.
Tengo sueño, divago.
¿Estudios universitarios? Yo quiero,
pretendo vivir mi filosofía personal.
Bailando.
Bailo la vida, despierta y dormida.
Anacronismo, modernidad,
jolgorio, fatalidad.
Irónico aquel momento del que,
sin embargo,
no me arrepiento.
Culturízame en ti porque me falta,
largo trecho por recorrer me falta, deslizar.
Yo prefiero rodar.
Vanguardista, vanguardista,
sin sentido y con todo.
Egocentrista terminal,
ya nada me puede hacer cambiar.
El pasado, el presente y el futuro,
los tres en mi mente.
Este salón me empalaga ya de vocablos anodinos.
Sofocada.
Que termine YA.